domingo, 22 de agosto de 2010

jueves, 19 de agosto de 2010

lunes, 16 de agosto de 2010

Arboles y pájaros


el árbol de la esquina

domingo, 15 de agosto de 2010

Sin sueños

las camareras de pelo gris
en los cafes por la noche se rindieron,
y mientras camino por las veredas de la luz
y miro las ventanas
de las casas de las enfermeras
puedo ver que ya no es con ellas.
Veo gente sentada en los bancos de la plaza
y puedo ver por la manera en que
se sientan y miran
que se acabó.

Veo gente manejando autos
y veo por la manera
en que manejan sus autos
que ni aman ni son amados
-ni consideran el sexo.
Está todo olvidado
como una vieja película.

Veo gente en las tiendas y los supermercados
caminando por los pasillos
comprando cosas y puedo ver por la manera en que
les queda la ropa y
por la manera en que
caminan y por sus caras y sus ojos
que no les importa nada
y nada se preocupa por ellos.

Puedo ver cien personas por día
que se rindieron
del todo.

Si voy al hipódromo
o a algún espectáculo deportivo
puedo ver miles que no sienten nada por nada o
por nadie y no reciben
ningún sentimiento.

Por todas partes veo a aquellos que
no mendigan nada sino
comida, refugio yropa.
Ellos seconcentran en eso,
sin sueños.

No entiendo por qué esa gente no
desaparece
no entiendo por qué esa gente no
expira
por qué las nubes no los asesinan.

O por qué los perros no los asesinan
o por qué las flores y los niños
no los asesinan,no entiendo.

Supongo que ya están asesinados
sin embargo, no puedo acomodarme al
hecho de que existan
porque son
demasiados.

Cada día cada noche
hay más de ellos
en los subtes
en los edificios
en los parques
no sienten terror por no amar
o por no ser amados.

Tantas tantas tantas
de mis criaturas
compañeras.

Bukowski

jueves, 12 de agosto de 2010

Aglaia bajó corriendo hacia la terraza tan precipitadamente que ni siquiera se secó los ojos, que tenía llorosos; bajó corriendo porque había llegado Kolia con un erizo. Todos se pusieron a mirar el erizo. A sus preguntas, Kolia contestó que el erizo no era suyo, que pasaba por allí con un amigo, Kostia Lévedev, también alumno del gimnasio, que se había quedado en la calle y se avergonzaba de entrar porque llevaba un hacha; que acababan de comprar a un mujik con quien se habían cruzado tanto el erizo como el hacha. El mujik vendía el erizo y había cobrado por él cincuenta kopeks, mas para que les vendiera el hacha también tuvieron que persuadirlo; y lo hicieron para aprovechar la ocasión y porque el hacha era realmente muy buena. De pronto Aglaia comenzó a pedir a Kolia con machacona insistencia que le vendiera inmediatamente el erizo; se impacientaba y hasta lo llamó "querido". Kolia se negó durante mucho rato, pero al fin no pudo más y llamó a Kostia Lévedev, quien realmente entró con el hacha y se quedó muy turbado. Pero entonces se aclaró que el erizo no era suyo, sino que pertenecía a un tercer muchacho, llamado Petrov, quien les había dado dinero para que le compraran la HIstoria de Schlosser, que un cuarto muchacho, necesitado de dinero, vendía en condiciones ventajosas; ellos habían ido a comprar la Historia de Schlosser, mas no habían podido resistir la tentación y habían comprado el erizo, de modo que tanto el erizo como el hacha pertenecían a aquel tercer muchacho, al que se los llevaban en vez de la Historia de Schlosser. Aglaia insistió tanto, sin embargo, que al fin se decidieron y le vendieron el erizo. No bien Aglaia fue dueña del erizo, lo puso con ayuda de Kolia, en un cestito de mimbre, lo cubrió con una servilleta y empezó a rogar a Kolia que lo llevara inmediatamente, sin detenerse en ningún lugar, al príncipe y se lo entregara de parte de ella pidiéndole que lo aceptara "en testimonio de su más profundo respeto". Kolia accedió con alegría y dio palabra de que lo llevaría al príncipe, mas inmediatamente quiso saber qué significaban el erizo y semejante regalo. Aglaia respondió que no le importaba. Replicó él que aquello había de interpretarse como una alegoría, no le cabía duda. Aglaia se enfadó y lo atajó diciéndole que era un niño nada más.

Dostoievski, El Idiota